Ningún problema.
Todos podrían tomar un medicamento.
Por ejemplo Tamiflu.
Pero el remedio no quedaría en su cuerpo, sino que gran de parte de él sería eliminada de forma natural y pasaría a las aguas.
Éstas son tratadas, pero, no obstante, una buena parte de la sustancia llegaría igualmente a los ríos.
Lo suficiente como para que la mayoría de las aves que beban esa agua no enfermen de gripe.
La mayoría.
Y ése es el problema.
Las que sí enfermen habrían desarrollado en sus cuerpos virus resistentes al Tamiflu:
la siguiente epidemia de gripe sería mortal, también para el ser humano.
El problema es ignorado hasta ahora por la industria farmacéutica.
Ya sean analgésicos, antibióticos o antidepresivos, los medicamentos aparecen en las aguas en creciente concentración, amenazando la salud de peces, algas y otros seres vivos, informa la revista alemana científica ZEIT Wissen en su última edición.
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